martes, 27 de julio de 2010

Día 10: Lluvia, lluvia y más lluvia...

27/07, día 10 del viaje: Hoy nos movemos de Varsovia a Cracovia. A primera hora recogemos las cosas, bajamos a la recepción del hotel a que nos devuelvan la fianza del mini bar (algo más de 100 zloty) y nos vamos a la estación de tren bajo la lluvia. Ayer llegamos a Varsovia con lluvia tras estar con más lluvia en Gdansk y hoy nos vamos a Cracovia lloviendo... pinta mal la cosa.

El intercity que nos lleva a Cracovia es un buen tren. Algo más moderno que el de Gdansk-Varsovia, nos lleva en prácticamente el tiempo estimado, salvo un retraso de 10-15 minutos por culpa de las obras que hay en varios puntos del recorrido. Prácticamente toda Polonia está de reformas. Debe ser por la Eurocopa del 2012...

Llegamos a Cracovia a eso de las 11:15 de la mañana. La lluvia es suave pero persistente, como todos estos días, así que nos toca ir con los paraguas y las maletas hacia el hotel. Vaya rollo.

El hotel que hemos cogido (Orbis Francuski Kraków) es un cuatro estrellas ubicado en pleno casco antiguo de Cracovia. El edificio tiene su encanto, pero se nota que es viejecito y las instalaciones, a pesar de ser correctas, no me parecen las propias de su categoría: las habitaciones tienen un ventilador como aire acondicionado, el aseo tiene una bañera con una cortina de plástico a modo de mampara y el ambiente en la habitación tiene "olor a viejo". A nuestros amigos por el contrario les ha encantado este hotel. Sobre gustos... El caso es que a mí particularmente me gustaba mucho más el Mercure de Gdansk que este, pero en fin. Son unas pocas noches y es sólo para dormir, así que al menos lo tenemos cerca de toda la zona a visitar.

Después de dejar las maletas en el hotel y pertrecharnos con la cámara, el paraguas y una bolsa de plástico para taparla en los desplazamientos (que ya solo nos falta que se moje y se estropee) nos vamos a recorrer el casco antiguo de Cracovia. Verlo bajo la lluvia es un poco molesto, pero no hay otra opción: el hombre del tiempo anuncia lluvia para los próximos días por culpa de una borrasca que acaba de salir de Inglaterra, así que... Vaya asco. Esto no es verano ni es ná.

Cracovia tiene un aspecto muy bonito. Es una ciudad llena de monumentos (de hecho tienen a gala ser de las ciudades europeas con más monumentos, lo que les ha valido ser patrimonio de la humanidad por la UNESCO) y muchas, muchas iglesias. Todas ellas están construidas en ladrillo y tienen interiores verdaderamente espléndidos. Por la calle se pueden ver muchos curas y monjas, lo cual tiene sentido con la cantidad de servicios religiosos ofertados...

Primeramente visitamos la basílica: por fuera llama la atención, pero por dentro ya es impresionante. No sabes dónde mirar. Desde el suelo hasta las bóvedas está completamente cargada de elementos ornamentales, figuras, cuadros, frescos, tapices, remates en oro, tallas de mil tipos y estilos... Es una pena que no se puedan hacer fotos, pero a la salida compramos una postal para tener un recuerdo de un interior tan grandioso. Creo que es la iglesia más decorada que he visto en mi vida.

Al salir de la basílica escuchamos el "Ave María" de Haëndel, pero hay algo en la voz que nos llama la atención. No sabría decir exactamente qué es, pero es como si la estuviera cantando una niña o algo así… Al girar la esquina entendemos de qué se trata. Es un hombre interpretando la canción con voz de mujer, como haciendo un "falsete" constante. Tiene hasta un CD a la venta en el que pone "El Hombre Soprano" como nombre artístico. Curioso.

Esaú y Anka se han metido a ver la exposición de cuadros que hay dentro de la basílica en un museo visitable y a nosotros no nos apetecía acompañarles esta vez, por lo que damos una vuelta, vemos otra iglesia más pequeñita que hay en el lateral de la plaza y cuando acabamos nos metemos en un Hard Rock que hay frente a la basílica a esperarles tomando un café caliente. La lluvia no cesa y se ha levantado algo de viento, por lo que empieza a hacer frío y además se está poniendo verdaderamente desagradable andar por la calle. Mierda de tiempo...

Cuando salen nuestros amigos decidimos dirigirnos al castillo de la ciudad. Este castillo tiene zonas visitables a cubierto, por lo que al menos estaremos cómodos y sin lluvia. Nos cuesta un ratillo llegar y cuando lo hacemos nos damos cuenta que están a punto de cerrar casi todas las zonas visitables. Pues vaya chasco. Bueno, nos sentamos un rato en una cafetería y nos tomamos un chocolate caliente con nata que entra estupendamente y calienta el cuerpo.

Vamos a tener que pensar en planes alternativos por si sigue lloviendo así, por lo que mañana tenemos intención de visitar las minas de sal, que según hemos leído están bajo tierra y no hay problema con la lluvia. Estas minas son tan grandes que dentro se organizan hasta banquetes de boda. Tendremos que levantarnos pronto, pues a las 7:30 hay un autobús que nos dejará allí a las 8:00 de la mañana. La visita son tres horas aproximadamente, así que nos permitirá estar a media mañana de vuelta para intentar ver el castillo (lo que hoy estaba cerrado) y posteriormente acercarnos al barrio judío a echar un vistazo a las sinagogas.

Volvemos al hotel a eso de las seis de la tarde. Nosotros queremos acercarnos a la estación a ver si podemos cambiar el billete de Cracovia a Praga que tenemos y adelantar un poco la vuelta a España, pues si va a seguir haciendo este tiempo varios días (y todo apunta a que va a ser así) y nuestros amigos se vuelven hacia el norte el día 30, no tiene mucho sentido que nos quedemos nosotros por aquí. Encima estamos cogiendo frío y la garganta ya empieza a quejarse (Susana está un poco afónica y yo llevo dos días levantándome con flemas y dolor de garganta), por lo que es recomendable acelerar el regreso o al menos salir de la zona de lluvia y volver a algún sitio donde impere el verano. ¡Esto parece febrero en Alicante!

Tras cambiar el billete, aprovechamos que en la estación hay un centro comercial tipo "Plaza Mar 2" y echamos un vistazo por si hubiera algo interesante. Como mañana es el cumpleaños de Anka, queremos comprarle un detalle y creemos que con este tiempo lo mejor es algo de ropa de manga larga. Entramos en Zara y no necesitamos pensarlo demasiado: hemos encontrado una chaquetita de manga larga tipo cortavientos que además es impermeable. Esto la va a encantar, seguro. A la saca.

De ahí nos vamos a buscar unas deportivas para mí. Solo he traído sandalias a este viaje y empiezo a estar harto de tener los pies mojados. Además, los pies húmedos es sinónimo de catarro, por lo que no puedo permitirme ese lujo. Por 100 zloty (unos 25 euros) compramos unas deportivas negras (algo horteras, pero a estas alturas me da igual) y un paquete de calcetines de deporte que me permitirán tener los pies calentitos. Menos mal.

Encontramos también un Carrefour, así que compramos algo para cenar hoy (que no tenemos ganas de andar por ahí con este tiempo buscando restaurante para cenar) y nos volvemos al hotel. Ahora la lluvia arrecia, por lo que llegamos empapados a pesar del paraguas. ¡Joder con Polonia!

Nos cambiamos de ropa, descansamos un poco y a las 20:45 nos vamos con Esaú y Anka a un club de Jazz cercano al hotel. Sigue lloviendo, pero el club de Jazz está entrando por un pasaje a cubierto y bajando unas escaleras. Es como si estuviera en un sótano o algo así. Mola. Hace calorcito y el ambiente es agradable. La actuación comenzará a las 21:30, así que pedimos unas cervezas (Susana un té calentito con ron) y nos ponemos cómodos a esperar. Es divertido ver al pianista y al batería cazar los mosquitos que acuden a las bombillas antes de que se inicie la actuación. Cuando al fin vienen los músicos que faltan es para verlos. Son seis (batería, violonchelista, pianista, guitarrista y dos saxofonistas) y a cada cual más "alternativo". Uno de los dos saxofonistas es un señor de unos 55-60 años, con el pelo cano y que fuma en pipa. Yo no sé lo que se habrá echado en la pipa, pero tras darle unas cuantas caladas ha entrado como en éxtasis. Ya puede tocar. Y vaya si toca, vaya...

Nos quedamos tres o cuatro canciones. En jazz eso es como una hora u hora y media, porque cada canción dura más que un conejito de Duracell con pilas nuevas, así que nos da tiempo a acabarnos los "piwos" de medio litro, fumarnos un par de cigarritos y disfrutar de un rato de música. Al cabo de esas canciones ya estamos cansados de jazz (realmente no estamos acostumbrados a esta música y si no escuchas jazz habitualmente no le encuentras demasiado sentido a la retahíla de notas aparentemente inconexas entre sí), así que decidimos volver al hotel a intentar descansar de cara a la visita de mañana. Ya veremos que tal día sale, porque como siga lloviendo así creo que nos van a crecer membranas interdigitales como a las ranas.

Mañana, visita a las minas de sal, al castillo de la ciudad y al barrio judío… si el tiempo nos lo permite.

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