viernes, 23 de julio de 2010

Día 3: Polonia is different

20/07, día 3 del viaje: He abierto un ojo mientras dormíamos en el tren nocturno dirección Poznań y ya es de día. Qué bien, estaremos a puntito de llegar... ¿o no? Pues no. Resulta que en Polonia ya es de día a las 4 AM. Debe ser por estar tan al norte, pero son las cuatro de la mañana y parecen las ocho. ¡Qué cantidad de luz! Encima he despertado a la pobre Susana, que con los meneos del trenecito ruso no consiguió dormirse hasta las dos más o menos. En fin, intentaremos seguir durmiendo un rato más...

A las cinco y cuarto me vuelvo a despertar. Esta vez me pongo el iPod con una peli y luego musiquita para no molestar, pero a medida que nos adentramos en Polonia cada vez me llama más la atención el paisaje del exterior, así que dejo todo y me pongo a mirar por la ventanilla. Por lo que veo, al menos esta zona de Polonia está bastante deprimida. Se ven pocas casas y las que se ven son muy, muy viejas y en general con un pobre mantenimiento. No hay prácticamente industria y todo lo que vemos son cultivos y bosques, muchos bosques.

Al fin llegamos a Poznań (¡ya estamos en Polonia!). Bajamos del tren despidiéndonos de nuestros amigos rusos, nos sacamos unas fotos junto al tren y nos vamos a la estación a tomar algo de desayunar (y al baño, que el del tren tenía moqueta en el suelo y... estaba mojadita... así que en el tren nada de nada).

Primer problema: ¡aquí no hay euro! Tenemos que cambiar a Zlotys. Menos mal que a la entrada a la estación hay un Kantor (una oficina de cambio) que nos da un cambio bastante bueno (4.10 zl/Euro). Cambiamos 100 euros y así tenemos para nuestros gastos más inmediatos. Vamos al baño (2 zloty, unos 50 centimos por cabeza) y de ahí a la cafetería. Pedimos dos cafés con leche (dwa kawa z expresso, prosze) y un par de bollos (estos ya con la técnica Norah: señalándolos con el dedo, jejeje) y nos sentamos a esperar al tren. Tenemos una sensación de embotamiento general (ya son dos días en el tren y mal durmiendo) y es como si todo se moviera a pesar de estar parados. Qué ganas de llegar.

Salimos de la cafetería para ir otra vez al baño antes de coger el tren, que son cuatro horitas hasta Olsztyn y puede ser mortal de necesidad. A los cinco minutos noto algo extraño, como si me faltara algo... ¡¡Mi bolso de mano!! Me lo he dejado en la cafetería, con la documentación, la cartera con el dinero, el móvil... Creo que nunca he corrido tan rápido como hoy. En un sprint llego hasta el sitio donde estábamos sentados mientras Susana se queda con las maletas y la cámara y cara de preocupación. Menos mal que, una vez más, la gente demuestra ser civilizada: no lo ha tocado nadie. Está exactamente donde lo dejé. Regreso con Susana con el corazón latiendo a mil por hora y el estómago descompuesto por los nervios. Ahora sí que voy a aprovechar los dos zloty que me van a cobrar por ir al aseo...

El tren de Poznań a Olsztyn resulta ser bastante cómodo. Nos subimos en primera clase y son compartimentos para seis personas, con butacas reclinables. En nuestro compartimento solo viaja una señora que va todo el camino leyendo y no genera problema alguno, así que nos sentamos al lado de la ventana, la abrimos un poco para que corra airecito y se está muy bien. ¡¡Ya estamos a punto de llegar!!

Cuando al fin estamos casi en la estación, a Susana se le ocurre la genial idea de ir al aseo. Cuatro horas de viaje y tiene que hacerlo justo ahora... En fin, esperemos que no se nos pase la parada. ¡¡Mierda!! ¡Ya estamos en Olsztyn y el tren está parando! De repente aparece Susana por la puerta del camarote, cogemos las maletas, salimos corriendo con el tren ya parado, bajamos de forma atropellada al andén... Qué raro. No hay nadie esperándonos. Se suponía que tenían que estar Esaú y Anka aquí... A un par de chicos que se quedaban en el tren les preguntamos "¿Olsztyn Glowny?" y nos responden "Nie!! Olsztyn Toch!!!". ¡Mierda, mierda, mierda!, nos hemos bajado en la estación de antes... Corriendo otra vez para arriba. Risas nerviosas, los chicos partiéndose y nosotros con el corazón acelerado otra vez.

Pero todo llega. Cinco minutillos después llegamos a Olsztyn Glowny y ahí estaban nuestros amigos esperándonos, con el cuñado de Anka, Robert, que se encargará de llevarnos en su coche hasta Reszel, donde tienen la casa. Abrazos, risas, palmaditas en la espalda y la sensación de haber conseguido la proeza de llegar en el plazo previsto a un sitio a tres mil kilómetros de nuestra casa cuando nadie daba un duro porque lo consiguiéramos.

Salimos de la estación y tomamos nuestro primer contacto con la comida polaca: zapiekanki, media barra de pán tostada con una mezcla de tomate, picante, mostaza, cebolla y queso gratinado encima que está para chuparse los dedos. Se compra en un quiosco callejero y se come en la calle, de pie, como reconstituyente para poder seguir el ritmo del día. Muy rico.

Subimos al coche con Robert y nos vamos los cinco hacia Reszel. Aquí conducen MUY rápido. Carreteras estrechas y bacheadas, con mogollón de curvas, por las que nosotros los españoles iríamos a 50-60 Km/h y los polacos van al doble o más. Anka ya le había avisado de que a nosotros nos gustaba ir lento y gracias a eso Robert se comportó conduciendo a 80 o 90 Km/h, pero os aseguro que le adelantaban coches a más de 120 Km/h. Flipante. Además, tuvimos nuestro primer contacto con los arcenes circulables: carreteras con dos carriles en las que los arcenes sirven para que los coches lentos se aparten y el resto les adelanten... ¡por el medio de la carretera! De locos.

La casa de Robert y Aga (la hermana de Anka) es preciosa. La construyeron tres años atrás y no es solo una casa grande y cómoda, sino que es verdaderamente bonita. Tejados muy inclinados (típicos de esta zona para la nieve en invierno), habitaciones muy luminosas y decoradas de forma sencilla y bonita, espacios prácticos para la convivencia con la familia o los amigos… En el exterior, un estanque lleno de carpas domina un gran espacio verde de césped en el que además han instalado un balancín de madera, dos banquitos de madera frente al estanque para disfrutar de un rato de lectura al fresco por la tarde, un molino de madera que gira cuando hay viento y un pequeño huerto en el que cultivan sus propias verduras (cebolla blanca y roja, zanahoria, pepino, remolacha, lechuga...)

Todos en la familia de Anka son encantadores y nos tratan a cuerpo de rey. La comida que nos sirven es un plato de pollo con sésamo y salsa de limón acompañado por arroz blanco y verduritas del huerto (pepino y remolacha). Verdaderamente rico. Antes de la comida nos habíamos podido dar una ducha que nos dejó nuevos, así que al terminar de comer seguramente no dormiremos siesta, sino que iremos a conocer un poco Reszel.

Anka nos dijo en España que a su hermana y Robert les gusta mucho todo lo relacionado con la cultura árabe, así que aprovechamos esta circunstancia para comprarles como regalo una "shisha", la típica pipa de agua de Marruecos, con un montón de variedades distintas de tabaco de sabores (manzana, menta, canela...). Al terminar de comer nos juntamos todos alrededor de una mesa en la terraza y, tras explicarles el funcionamiento, nos pusimos a fumar tabaco de manzana mezclado con menta. ¡Vaya éxito! Aga, Robert y Sabina (la madre de Anka) estaban flipando en colorines con el invento. Les ha encantado a todos. A Sabina le hemos traído una cesta con productos típicos de España, principalmente de Alicante. Creo que también le ha gustado.

Por la tarde nos llevaron a conocer un poco de Reszel. Primero dimos un paseo por el parque. ¡El parque es un bosque entero dentro del pueblo! La sensación del fresquito paseando bajo unos árboles imponentes mientras la luz del sol se filtra tamizada entre sus ramas es una pasada. Es fantástico. En un momento dado le preguntamos a Robert y Aga si el agua del río está fría. Craso error: Robert sale corriendo y de un salto se mete con chanclas y todo dentro del río para comprobarlo. Jejejeje. Este Robert es un cachondo. Cuando sale nos dice que no está fría. Buena forma de averiguarlo... :)

Tras subir un montón de escaleras llegamos hasta la iglesia de Reszel. Por fuera es una construcción de ladrillo rojo con el típico campanario de las iglesias de Polonia. Es imponente y está en bastante buen estado (se nota que han limpiado y renovado ciertas zonas no hace mucho). Entramos a verla por dentro y seguimos nuestro paseo hacia el castillo. Dejamos la visita al castillo para el día siguiente porque llevaría bastante rato y hoy ya estamos cansados, así que nos toca algo más relajado: probar nuestra primera cerveza polaca (Piwo!!!!). Los seis nos vamos juntos a un bar cercano y pedimos una ronda de cerveza suave para empezar. Suave aquí son 5,6 grados. Además, las cervezas son de medio litro, casi nada...

El bar tiene una terraza exterior en la que estamos estupendamente mientras tomamos las cervezas y charlamos animadamente sobre anécdotas de todo tipo, incluidas las de nuestro viaje. Después, bajamos al sótano del bar. Es tipo bodega y tiene una temperatura que contrasta con el calor de fuera. ¡Hasta está mojado el suelo! Con razón se conserva bien el vino.

Al regresar a casa de Robert y Aga nos preparan una cena increíble. Salchicha polaca (un poco ahumada, riquísima), "pulpette" (una especie de pelota como la del caldo pero muchísimo más sabrosa), ensaladilla polaca y varios tipos más de embutidos de la zona. De postre, tarta de queso casera (para chuparse los dedos) y un rooibos. La temperatura ha ido descendiendo gradualmente y ya hace hasta fresco. Tanto que Susana y yo nos hemos tenido que tapar con una toalla y una chaqueta prestada (¡¡solo tenemos ropa de verano!!).

Tras la cena, ya estamos verdaderamente hechos polvo, así que miramos un momento el correo y nos vamos a dormir, que hoy ha sido un día muy intenso y de muchas emociones.

Mañana, visita a un pueblo a cinco kilómetros de Reszel con un lago y una basílica muy famosa por aquí.

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