viernes, 30 de julio de 2010

Día 13: Zurich, la ciudad europea

30/07, día 13 del viaje: Una vez más (¡y no es la última!) hemos pasado la noche en el tren. En esta ocasión, en el tren de Praga a Zurich. Nada más llegar al tren buscamos nuestro camarote. Sabíamos que era compartido, pues este tren solo cuenta con segunda clase, así que... es lo que toca. Inicialmente compartíamos camarote con dos súbditos del país del sol naciente, pero cuando ya teníamos todo organizadito y las maletas colocadas de forma que entrase todo (que en estos trenes es casi tan difícil como pasarte las treinta primeras fases del Tetris sin pestañear) llegó al tren una familia egipcia que tenía los billetes separados: los padres en el compartimento contiguo al nuestro y los niños en el nuestro. ¿Cómo les dices que no cuando te proponen hacer el cambio? Es imposible, así que hale. Maletas fuera de nuevo (sudor a manta por todo el cuerpo), intercambio de camarotes y otra vez a hacer el Tetris. Tras el cambio, compartimos camarote con dos parejas de surcoreanos. Este tren es intercultural, jejeje...

Nuestros compañeros de camarote parecen gente maja y bastante normal. Quizás demasiado confiados (ha habido un momento que se han ido los cuatro al bar a comprar no se qué y se han dejado hasta la cámara Nikon tirada encima de la litera a la vista de todo el mundo y con el tren aún parado en la estación), pero por lo demás bastante simpáticos. Susana ha vuelto a usar el truco de hacerse la embarazada para poder quedarse con la litera de abajo y yo he cogido la litera de justo encima suyo. Nuestro camarote por tanto va lleno con los seis pasajeros permitidos. Lo bueno de esto es que ya sabemos que ellos se bajarán en Alemania, lo que tiene dos ventajas: que al llegar a Zurich tenemos el camarote para nosotros solos (y podemos cambiarnos tranquilos) y que durante la noche no va a haber gente nueva que tenga que entrar en la cabina... Mejor, así podemos cerrarnos la puerta y evitar robos. Aún así, pienso dormir con mi bolso y documentación debajo de la almohada y la bolsa de la cámara con el candado puesto y atada a mis piés...

Cuando salimos nos vamos deteniendo cada poco y por un espacio largo de tiempo. Esto huele a retraso fijo y tal y como estaba el tema con las tormentas… Ya veremos. Al cabo de un rato de estar en marcha viene el revisor. Es un señor mayor muy simpático y educado que nos va pidiendo los billetes. Cuando nos pide los nuestros yo le intento explicar el tema del cambio de cabina por la familia y me contesta que ya lo sabía, dándonos las gracias por la ayuda prestada. No nos pide ni los billetes de interrail. ¡Qué hombre tan majo!

Nos vemos una peli con el iPod de Susana (hoy tocaba "La Lista". Es algo paranoica, pero para pasar el rato vale) y a eso de las 22:30 nos echamos a dormir, que nuestros compañeros de oriente ya están acostados desde hace rato. A la media hora o algo más nos despierta con sobresalto un par de señores vestidos con uniforme de pitufo y linterna en ristre tocando al cristal de la puerta y pidiendo nuestros pasaportes o DNIs. ¡Vaya, pero si es la policía! Tras enseñarles la documentación nos dejan tranquilos y nos volvemos a dormir no sin antes comentar con los compañeros que todos somos "legal people" y sonreir un poco para quitarnos la tensión del momento surrealista que acabamos de pasar.

Dormimos de manera más o menos plácida hasta que a las 5 de la mañana nos despierta otro revisor avisando a nuestros improvisados compañeros de viaje de que estamos llegando a su destino en Alemania. De repente se dirige a nosotros preguntando si hemos cambiado de camarote. Le decimos que sí y antes de intentar explicarle el motivo nos pega la bronca de malos modos diciendo que tendríamos que haberle avisado. Por aquí no paso. Me reboto diciéndole que ya se lo explicamos anoche al OTRO interventor y que si entre ellos no se hablan no es mi problema, que yo iba durmiendo hasta que EL me ha despertado y que nuestro destino es Zurich, estación término del tren, así que no entiendo por qué se pone así. Le enseñamos los billetes y se queda más tranquilo, diciéndonos que está todo OK. ¡Pues vaya! Con lo majo que era el otro hombre...

Durante la noche le han dado caña al tren. Supongo que sería para recuperar el tiempo perdido en los retrasos del día anterior, pero el caso es que ha corrido como un demonio. Tanto que llegamos a la hora prevista a Zurich, ni cinco minutos de retraso. Y eso que anoche el primer revisor nos confesó que llevábamos más de una hora de retraso acumulada… Vaya tela.

Una vez en Zurich decidimos ir antes que nada a cambiar los billetes de tren para Barcelona o, al menos, a intentar comprar unos nuevos. Nos toca hacer esta última opción, pero la señorita de información (muy maja, por cierto) nos dice que ella puede sellarnos los billetes y marcarlos como "No usados" para que podamos reclamar el dinero al SCNF. Así lo haremos, que hemos visto que en España hay una oficina del SCNF en Madrid... Lo importante es que tenemos billetes para el Zurich-Barcelona de esta noche (y en compartimento individual de primera clase… toma ya), así que al fin hemos resuelto la vuelta a España. Ahora sí que tenemos la certeza de llegar mañana a casa, así que respiramos los dos aliviados. Ya podemos disfrutar de Zurich…
Dejamos las maletas en consigna tras haber sacado francos suizos en un cajero automático de la estación y desayunamos en una cafetería próxima a las taquillas. Yo llevo despierto desde las cinco de la mañana más o menos, así que estoy medio adormilado y se me mueve todo como si estuviera aún en el tren. Después de tomar el café nos ponemos en marcha.

Zurich tiene casas y edificios bonitos, pero después de haber visto Praga esto nos parece normalito. Seguro que si lo hubiéramos hecho al revés habríamos flipado mucho más con esta ciudad. En cualquier caso, Zurich tiene un río muy bonito que la llena de vida. Hay un montón de clases de patos y cisnes distintos y el paseo por su vereda es verdaderamente precioso y romántico. Visitamos un par de iglesias, compramos unas postales de recuerdo para enviar a nuestros padres como ya viene siendo costumbre en todas las ciudades por las que pasamos y hasta tomamos una coca cola en un bar español fundado a finales del siglo XIX. Por cierto, que hemos pedido también unas albóndigas y además de estar como piedras (eran de lata fijo) nos han sableado como campeones... Como somos los españoles. Eso sí, mola que te digan "Buenos días" en español estando en Zurich... jejeje

Zurich es la típica ciudad verdaderamente europea: está limpia, cuidada y casi todos sus habitantes hablan perfectamente en inglés e intentar comunicarse con los turistas y ayudar con una sonrisa en los labios. Además tiene unas infrastructuras maravillosas, con tranvías modernos que comunican la ciudad de punta a rabo. Los aseos públicos, a pesar de tener el problema de ser de pago (como en casi toda europa... aquí cuestan 1 CHF), están limpísimos y da gusto entrar. Ojalá España fuera siendo un poco más parecida a esto cada vez...

Al regresar de nuestro paseo ya estamos cansados de andar (que ayer seguro que hicimos más de doce kilómetros en Praga y hoy llevaremos ya siete u ocho), así que nos dirigimos a la estación a comer algo y buscar una sala de espera como el día anterior. Comemos en un asiático que no está mal y nos dirigimos a la sala de espera. Esta vez nos llevamos un pequeño chasco: la sala de espera es eso, una sala de espera. Te sientas en unas sillas de plástico y… a esperar. Ni sofás, ni acceso a internet ni ná de ná. Vaya porquería. Pasamos de quedarnos aquí, así que nos ponemos a buscar un café que tenga wifi zone o algo similar. Tras dar unas cuantas vueltas por la estación sin encontrar lo que buscamos y preguntar a dos o tres personas con resultado infructuoso, damos con un chico de una tienda de electrónica tipo Media Markt que nos informa de que en MacDonalds hay acceso a internet gratuito si consumes algo. Increible pero cierto, así que le damos las gracias y nos vamos para allá. Y aquí estamos, escribiendo esto y publicándolo antes de subirnos al tren que nos llevará de vuelta a nuestra querida España.

Mañana, si todo va como esperamos, escribiremos el último capítulo de nuestro viaje desde el Euromed que nos llevará hasta nuestra casita en Alicante.

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