viernes, 23 de julio de 2010

Día 4: El lago de los mosquitos asesinos

21/07, día 4 del viaje. Hemos dormido como bebés. Yo me he despertado a las 9:15 y a las 10:00 hemos desayunado todos juntos. Bueno, todos, todos, no. Susana ha dormido hasta las 11:00. Pobrecita mía, estaba cansadísima del viaje.

Hoy toca visita a "Święta Lipka", un pueblo a cinco kilómetros de Reszel. La traducción del nombre del pueblo es algo así como "Santa Tila", pues se cuenta que se apareció la virgen en un Tilo. De hecho en el pueblo hay una basílica muy importante de la zona que tiene una imagen de un tilo con la virgen apareciéndose en la copa. En esta misma basílica hemos podido asistir a una escena curiosa: a ciertas horas tocan varias piezas de música clásica en el órgano más impresionante que nosotros hayamos visto jamás. No solo es digno de oir, sino que además varias de las figuras que adornan el órgano se mueven y "bailan" con la música del mismo. Merece la pena escuchar un rollete previo en polaco de boca del capellán de la basílica y aflojar unos zlotys cuando pasan el cepillo...

Hemos dado un paseo por un bosque a espaldas de la basílica que pasa frente a un lago precioso. La gente de hecho se estaba bañando en una especie de playa natural del lago. La lástima es que aquí los mosquitos son enormemente tercos y cuando se empeñan en picarte no hay nada que se pueda hacer. Durante el paseo hemos sido literalmente acosados por hordas de mosquitos perfectamente organizadas que han conseguido colarse en nuestras ropas y acribillarnos. ¿Resultado? Susana con 6 o 7 picaduras en la espalda, yo con dos o tres en las piernas y Esaú también llevaba alguna. Anka se ha librado por ser polaca (vamos, digo yo, porque si no, no me lo explico...). Nota mental: tenemos que comprar repelente de mosquitos y pomada para las picaduras.

Frente a la iglesia hemos escrito unas postales para la familia y las hemos mandado. Seguro que les hace ilusión cuando las reciban (además se ve el pueblo de Reszel en una y la basílica en la otra... así se hacen una idea de cómo es esto). Mientras escribíamos las postales hemos aprovechado para tomar algo fresco (hoy está nublado pero hay una temperatura rondando los 30 grados). Esta zona de Polonia es muy barata: una coca cola de 50cl, un zumo de sandía y manzana y dos helados han costado un total de 10 zloty (unos 2,5 euros). Me encanta Polonia :)

A la una y media decidimos regresar a Reszel. Para venir aquí nos ha traído Robert en su coche, pero no queremos molestarle más de la cuenta así que vamos a coger el autobús... Vaya, justo acaba de pasar. Bueno, pues esperamos media horita y ya está. Al cabo de un rato vemos aparecer una furgoneta venida a más. Miramos a Anka y sí: es el autobús a Reszel. Es un microbús de unas 15 o 16 plazas que bota por las carreteras bacheadas como si los amortiguadores fueran de plástico pero que en 10 minutillos nos ha dejado donde queríamos.

Ya en casa nos dicen que la comida de hoy es ligera porque vamos a hacer una barbacoa a la tarde. Nos han preparado una especie de gazpacho blanco que luego nos enteramos que está hecho con una especie de leche semi agria y pepino del huerto (por cierto, está riquísima) y un plato con patata cocida machacada y cebolla pochada. Todo muy rico y, efectivamente, ligero. Al terminar de comer, Esaú y yo conseguimos que nos dejen fregar los platos (queremos quitarles un poco de faena, que no paran de hacer cosas para que estemos a gusto) y después de eso nos subimos a descansar un poco antes de seguir viendo cosas.

Por la tarde, tras reposar la comida (y dormir un poco, claro está), nos acercamos los cuatro con Aga y Robert a visitar el castillo de Reszel. Es una fortaleza muy bien conservada, recubierta en gran parte de ladrillo rojo caravista (aquí es muy común que iglesias y castillos estén construidos de este tipo de material). La entrada cuesta unos pocos zlotys, pero los que vigilan que se pague son amigos de Robert y nos permiten la entrada a todos sin pagar. Primero recorremos el perímetro exterior de la fortaleza para ver la magnitud del castillo. Es relativamente pequeño y se recorre fácil. Después accedemos por la puerta principal al patio interior, donde hay un pequeño pozo (que según nos cuentan es donde arrojaban a los prisioneros que morían en las mazmorras) y varias tiendas de recuerdos tallados en madera. Desde aquí pasamos por una pequeña puerta a unas escaleras que ascienden a la torre del castillo. La subida es muy angosta y en algunos puntos tiene escaleras de caracol. ¡Y la arquitecta se quejaba de la escalera de nuestra casa! Si llega a ver estos escalones compensados flipa en colorines...

La subida a la torre nos lleva un rato pero merece la pena: la vista de Reszel desde arriba por los distintos ventanucos de vigía abiertos al efecto es espectacular. Sacamos unas cuantas fotos de recuerdo y bajamos de nuevo al patio. Las tiendas ya han cerrado (lástima, habíamos visto unos cuernos tallados en madera que nos habían gustado) pero sigue abierta la puerta de acceso a las mazmorras y al bar. Bajamos a las primeras. De entrada, el ambiente se enrarece a medida que bajamos escalones. Un olor a rancio invade la estancia y la humedad y el frío calan enseguida. Vaya cambio. Pobres prisioneros.

Curiosamente vemos que hay un billar instalado. Robert nos cuenta que durante un tiempo estas mazmorras fueron la discoteca del pueblo. Cómo se lo montan estos polacos... vaya tela. En la estancia contigua aún se conservan algunos instrumentos de tortura y una mesa de madera donde hacían convites junto a media docena de sillas y un trono. También hay una pintura que representa a la última mujer quemada por bruja en Europa, que fue precisamente quemada en esta provincia de Polonia.

Después de jugar un poco con los instrumentos de tortura (somos como niños, para qué negarlo) salimos al exterior y nos tomamos una cervecita en el bar que habíamos visto fuera. Tiene las paredes de dentro pintarrajeadas y nos cuentan que cada vez que viene un personaje famoso a visitar el castillo le invitan a tomar algo y a dejar escrito lo que quiera en la pared. Qué simpáticos :)

Después del castillo damos un nuevo paseo por el parque. Esta vez el rodeo es mayor que ayer y nos llevan dando una vuelta enorme hasta la parte de atrás de su casa. Para entonces ya estamos verdaderamente cansados... ¡Qué bien vamos a dormir! Al llegar a casa tomamos unas fotos de grupo de recuerdo frente a la misma (no tengo trípode, pero me ayudo del cubo de basura. Cualquier cosa vale, ¿no?) y mientras nos duchamos comienzan a preparar la cena. Hoy toca barbacoa. ¡¡Pedazo de barbacoa!! Salchichas polacas, morcillas de la zona, unas salchichas de patata (sí, sólo patata... están riquísimas), carne, ensaladilla... de todo. Cenamos como verdaderos reyes y después nos sentamos todos alrededor de la hoguera (los mosquitos nos están asesinando a picotazos y quizás el calor y el humo les ahuyenten) para charlar y tomar algo de Żubrówka, un vodka hecho en la región de los bisontes que tiene briznas de hierba que le dan un sabor especial. Se bebe echando un taponazo de vodka en un vaso de 33cl y llenando el vaso con zumo de manzana. Sabe rico, pero es fuerte, así que mejor tomar un poquito solamente.

Al olor de la carne viene Doda, el perrito de los vecinos, un beagle. ¡Qué estarán haciendo Luna y Rayo y nuestros gatitos!, pensamos enseguida. Algo de morriña nos invade, pero enseguida se ve superada por los buenos momentos que estamos viviendo en compañía de nuestros amigos y su familia, que ya son también amigos nuestros.
Nos acostamos al fin a eso de las doce de la noche pensando en el día siguiente.

Próximo destino: el bunker de Hitler, a treinta kilómetros de Reszel.

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