sábado, 24 de julio de 2010

Día 7: Todos malos de la barriga

Hoy me he despertado con pesadez de estómago. No sólo eso: Susana ha pasado una noche horrible (y yo durmiendo... no tengo perdón de Dios) por culpa de la barriga. La verdad es que llevamos una semana comiendo sin parar y anoche la cena no la comimos, la devoramos. No solo es el tipo de comida (que es diferente a la española pero es bastante sana, la verdad), sino las cantidades que estamos comiendo. Ayer, cuando acabamos de cenar, lo comentábamos: "yo esto no me lo como en España ni loco..."

El caso es que estando así no merece la pena que nos vayamos a Malbork hoy porque vamos a pasarlo mal, así que cogemos el teléfono y llamamos a la habitación de Esaú y Anka. Contesta Esaú a la llamada con voz de dormido (aún queda una hora para nuestra cita en el hall) y tras contarle la situación quedamos en dejar la visita al castillo para otro día y seguir durmiendo un rato a ver cómo evoluciona la situación. Al cabo de tres horas nos tocan a la puerta: Esaú y Anka han ido a desayunar y nos han comprado manzanas (que son buenas para el estómago), agua y una bebida tipo Aquarius para recuperar líquido. Se les ve carita de preocupados… angelotes. Esaú ya llevaba un par de días con problemas del estómago y hoy también Anka nota pesadez (¿no nos habrá sentado algo mal?). El caso es que a la vista de cómo está el tema decidimos dar un paseo más tarde por Gdansk y tomarnos el día con tranquilidad.

A mediodía parece que estamos estables y decidimos salir a dar un paseo y ver la ciudad a la luz del día. Hoy ha salido la mañana tristona, muy nublada, pero al menos hay luz para poder visitar ciertas zonas que de noche no podíamos ver, como la iglesia donde se casaron César y Ewa.

Vamos dando un paseo hasta la iglesia y nos llama la atención que hay dos iglesias, una delante de otra, a cual más bonita a pesar de los andamios que recubren sus fachadas. Entramos en la primera y nos sorprende que está completamente vacía. No solo eso, sino que hay unas vallas metálicas que cortan el paso a los visitantes y sólo se puede visitar la entrada. En las vallas hay colgadas unas fotos de un incendio terrible. ¡La iglesia se ha quemado no hace mucho! En las fotos se puede ver a bomberos rescatando cuadros del interior de la iglesia, echando agua sobre la cúpula de la misma y las llamas devorando todo lo que encuentran a su paso. Aterrador.

Salimos de la iglesia con mal cuerpo y fuera vemos los restos de maderos carbonizados dentro de un perímetro de seguridad creado con vallas metálicas. Esto nos indica que el incendio debe haberse producido no hace demasiado tiempo. Qué pena.
Pasamos a la iglesia que se encuentra anexa a esta. Es la iglesia de Santa Brígida, donde se casaron nuestros amigos. En el exterior, una imagen de Juan Pablo II domina el acceso principal de la iglesia, que solo se abre en ocasiones especiales como bodas o similares (de hecho César y Ewa entraron por aquí, según nos comentan Esaú y Anka). Un poco más adelante está la puerta de entrada habitual. Accedemos al interior y la iglesia es impresionante. El crucero es muy bonito y amplio, la iglesia es muy espaciosa y en el perímetro de la misma hay infinidad de estatuas, imágenes y placas en recuerdo de milicianos de la resistencia que murieron defendiendo la iglesia.

Lo primero que nos llama la atención es una zona iluminada con velas y adornada con coronas de flores, rosas y otros ramos medio secos en el suelo. Nos comentan que es en recuerdo del párroco de la iglesia, que murió unos días antes de la boda de César y Ewa. Por lo que se ve, era muy querido aquí.

Siguiendo el recorrido por el perímetro encontramos una vitrina que contiene varios tesoros (cetros, coronas, etc) y uno que llama especialmente la atención por estar hecho de ámbar. Es una maravilla. Los reflejos y los brillos que se generan, la orfebrería que lo acompaña… Es grandioso. Digno de reyes.

Tras leer la inscripción de la placa en recuerdo de los milicianos finalizamos nuestra visita a Santa Brígida y nos encaminamos al casco antiguo de Gdansk. Ayer lo vimos por la noche y hoy queremos verlo a plena luz pues las ciudades cambian tremendamente en función del momento de la visita. No nos defrauda: es aún mejor que por la noche. Se aprecian detalles en algunas fachadas que pasaron inadvertidos en nuestra visita nocturna y se ve la magnitud de las construcciones. Mires donde mires es una obra de arte arquitectónica. Qué bella es esta ciudad...

Al llegar a la estatua de Neptuno nos llevamos una pequeña decepción: las calles, abarrotadas de gente habitualmente, están además sembradas de vallas amarillas (como las de obra) y de inflables enormes con anuncios de mil cosas. Al fondo, en los arcos de acceso al río, hay un cartel que pone "Meta". Resulta que aquí finaliza una etapa de la vuelta ciclista a Pomerania (la región donde se ubica Gdansk) y parece que casualmente es este fin de semana. Que mala suerte... Esto no solo genera más gentío sino que destroza unas vistas preciosas.

Con esta idea aún en la cabeza cruzamos los arcos y Esaú y Anka nos comentan de comer algo en el restaurante flotante que hay sobre el río, el sitio donde la noche anterior no pudimos cenar. Nos parece una idea estupenda (aunque me temo que no tenemos ninguno demasiada hambre), así que decidimos acercarnos a ver qué pasa. Además, amenaza lluvia y cada vez se está poniendo más negro el cielo, por lo que debemos buscar cobijo urgentemente.

El restaurante está lleno pero tenemos la inmensa suerte de que no hay nadie esperando y un hombre que estaba ocupando una mesa se está levantando para irse. Esperamos un minuto y ¡bingo! Ya tenemos mesa pegaditos a la borda que da al río. Magnífico. Las vistas son espectaculares y promete ser un rato fantástico. La camarera nos toma nota de la comanda y nos relajamos disfrutando de las barquitas, kayaks y motos de agua que circulan por el río frente a nosotros. Cada vez que pasan estas últimas generan oleaje y el restaurante se mueve un poco. Estas son las cosas de que sea un restaurante flotante...

Al rato de estar comiendo empieza a llover. Unos minutos después ya no llueve: ¡cae el diluvio universal! Las gotas de lluvia hacen "gorgoritos" en el agua del río, lo que indica claramente que va a tardar en escampar, así que nos lo tomamos con tranquilidad. Pedimos unos "herbaty" (infusiones) y nos acomodamos en nuestras sillas, a pesar de que con el fresco y la comida en el estómago nuestras barrigas empiezan a moverse más de la cuenta.

Cuando por fin parece que ha dejado de llover decidimos volver al hotel. Esta noche hemos quedado con César y Ewa y el tiempo se ha puesto desagradable, por lo que pagamos la comida e iniciamos el regreso. No nos da tiempo casi ni a llegar a los arcos (que están a quince metros del restaurante). De nuevo caen chuzos de punta. Pues nada, a esperar… Nos quedamos bajo los arcos con otras sesenta o setenta personas acordándonos de que la madre de Anka comentó antes de irnos que el hombre del tiempo (que aquí por lo que se ve se equivoca poco o nada) había pronosticado lluvias y tormentas para este fin de semana. Vamos, igualito que en España…
Al ver que no terminaba de estar clara la cosa, en un momento dado nos armamos de valor y aprovechando que ha bajado un poco la intensidad de la lluvia usamos nuestros paraguas (recién comprados por la mañana en el mercado central de Gdansk en un alarde de previsión) y nos encaminamos al hotel. Por el camino paramos un momento a comprar otro paraguas (que en el nuestro no cabemos Susana, la bolsa de la cámara y yo) y justo después de pagar deja de llover. Si es que... vaya suerte tenemos.

Llegamos al hotel y nos vamos a nuestras habitaciones a quitarnos la ropa húmeda y descansar un rato. Hemos quedado a las 22:00 con nuestros amigos, así que a las 20:00 nos veremos en el hall para dar una vuelta si es que ha dejado de llover.
A la hora convenida se acercan Esaú y Anka por nuestra habitación. Han salido a la calle a comprarnos una guía de Gdansk en español que tiene un mapa de la ciudad y vienen numerados los monumentos y edificios más importantes con una breve explicación de lo que significan o su historia... Estupendo, porque así no nos perderemos detalle.

Parece que ha dejado de llover, y aunque ha refrescado bastante la temperatura es soportable en pantalón corto y camiseta, así que nos ponemos en marcha. Pasamos primero por la estación de tren para echar un vistazo al tema de los billetes a Malbork. Como no se pueden sacar en las máquinas expendedoras (porque es un poco más largo que los cercanías) y hay una cola bastante grande para la venta de billetes, decidimos pasar de comprarlos hoy. Mañana veremos.

De la estación nos dirigimos hacia Neptuno siguiendo la ruta marcada en el plano. Así podemos ir viendo los edificios que vienen explicados y enterarnos de más cosas. ¡Cómo cambia la visita pudiendo saber la historia de aquello que vemos! Tanto que nos da pena no poder entrar a conocer algunos museos o casas visitables que ahora están cerrados y nos planteamos que quizás merezca la pena dejar la visita de Malbork para otra ocasión a cambio de poder ver Gdansk con más calma… Ya veremos.
Al llegar a la calle que esta mañana estaba vallada y con inflables observamos que están retirándolos. ¡Ya ha acabado la etapa de la vuelta a Pomerania! Pues esto sí que es una sorpresa… Ahora sí que creemos que merece la pena quedarnos un día más en Gdansk, así que vamos a dejar la visita a Malbork en la recámara y si nos sobra tiempo ya nos acercaremos.

Pasamos por debajo de la puerta de los arcos que da acceso al río y nos llama la atención el sonido de un violín y un acordeón interpretando piezas de música clásica. Concretamente están tocando partes de "Las Cuatro Estaciones", de Vivaldi. El tipo del violín toca muy muy bien... Nos quedamos parados un rato embelesados con la música y disfrutando del momento. Cuando acaba de interpretar varias piezas nos acercamos a echarle unos zloty y nos llama la atención que tiene unos CDs a la venta. ¡Son ellos dos! Decidimos comprar uno de recuerdo (son sólo 20 zloty, unos 5 euros) y sacarles unas fotos mientras tocan para acompañar al CD como recuerdo.

Bajamos por la vereda del río pasando por delante del sitio donde cenamos anoche. El olor a comida que sale del restaurante no nos genera buenas sensaciones en nuestras barrigas, así que aceleramos el paso.

Unos metros después del restaurante está la puerta de entrada a la calle Marieska, una de las más antiguas y pintorescas de Gdansk. De hecho, el hotel que habíamos reservado para la boda (Hotel Gotyk) estaba aquí y es un edificio del 1451, el edificio más antiguo de Gdansk donde vivió Copérnico y su amante. Mientras paseamos por la calle vemos varias novias que se están sacando fotos en los soportales de los edificios o paseando por el suelo empedrado... Es una calle con encanto.

De repente tocan las campanas del ayuntamiento. Son las 22:00. Nos dirigimos a Neptuno al encuentro con nuestros amigos y al cabo de unos minutos ya estamos los seis juntos. Besos, abrazos, un par de fotos de grupo de recuerdo y a tomar una infusión para el estómago. Acabamos en un café tipo tetería en el que estamos un par de horas hablando un poco de todo y relatándoles el pasaje del tren ruso. Flipan en colores. Ellos nos han traído los detalles que repartieron en la boda para los invitados, que nos han guardado con cariño hasta que nos hemos podido juntar: una botella de medio litro de vodka (del que César nos advierte que es "peligroso", je je je), dos vasitos de "taponazo" decorados con la bandera de Polonia y un tarrito de miel típica de la zona. Bonitos recuerdos.

Al fin, con algo de sueño ya, decidimos retirarnos al hotel a dormir. César y Ewa nos acompañan gran parte del camino hasta que nos despedimos en la misma calle del hotel emplazándonos a quedar a la vuelta en Alicante para ver las fotos de la boda.

Mañana volveremos a visitar ciertos sitios de Gdansk que nos han quedado por ver y visitaremos los museos y casas más importantes. Si sobra tiempo, Malbork.

No hay comentarios:

Publicar un comentario