sábado, 24 de julio de 2010

Día 5: Hitler se lo montaba bien

22/07, día 5 del viaje: Hoy toca visitar el bunker de Hitler, a las afueras de Reszel. A media mañana, tras desayunar un café y un par de galletas (que no entra más en el cuerpo después de la mega barbacoa de ayer), nos subimos en el coche con Robert y nos vamos los cinco con ganas de ver cosas. Llegamos en quince o veinte minutos al destino y aparcamos el coche. Al ir a pagar se nos ocurre que quizás tengamos descuento de estudiante. Esaú y yo sacamos los respectivos carnés de la universidad (él el de la UA, yo el de la UOC) y sin mirarlos demasiado nos aplican el 40% de descuento. Como mola. Yo creo que si saco la tarjeta de Asisa cuela igual... En fin, habrá tiempo de probarlo en otros sitios, je je je.

Según accedemos al recinto nos asaltan varios guías intentando que les contratemos. Lástima que ninguno hable en español. En cualquier caso, sería complicado: Robert solo habla polaco, así que tanto con un guía español como con un guía en polaco Anka tendría que estar traduciendo constantemente y no queremos cargarla con esa faena. Bastante está teniendo la pobrecilla...

Compramos un par de mapas del recinto a la entrada (seis zlotys cada uno... un euro con cincuenta céntimos, más o menos) y nos ponemos en marcha. Hay tres recorridos posibles, marcados en rojo, amarillo y azul en el mapa. El más largo es el rojo (2,4 Km) y decidimos hacer ese para ver cuantas más cosas mejor.

Al principio del recorrido hay carteles amarillos (para que se vean bien) con inscripciones en diferentes idiomas dejando una advertencia bien clara: es peligroso salirse del recorrido establecido. ¿Por qué? Pues porque este terreno estaba minado y podrían quedar minas sin desactivar. El cáguensen, que diría mi suegro. Un poco más adelante vemos una cruz en un monumento de piedra y la inscripción reza que es en recuerdo a los soldados polacos que limpiaron en lo posible de minas la zona. Retiraron más de 54.000. Una mina enorme de muestra acompaña desde el suelo el monumento en recuerdo de los macabros regalitos que nos dejaron los alemanes... Que majos.

Cerca de el monumento en recuerdo de los militares polacos están los restos del bunker donde se perpetró el intento de asesinato fallido contra Hitler (en el que está ambientada la película "Valkiria"). Hay un cartel que cuenta la historia de este intento fallido (que por cierto, podría haber ahorrado muchas muertes inútiles... lástima que fallaran) y las ruinas de lo que fuera el bunker junto con una placa que recuerda a los héroes que murieron en el intento.

De ahí, vamos pasando por diferentes construcciones de piedra en ruinas y a medida que nos acercamos al bunker nº 13 (el bunker de Hitler) la sensación de opresión va siendo cada vez mayor. Quizás sea en parte por el calor y la humedad sofocantes de hoy (al salir de casa había 34 grados), quizás sea por lo que este lugar significa, pero lo cierto es que ninguno de nosotros nos encontrábamos en perfecto estado. Todos estábamos más cansados de lo normal, un poco agobiados por la situación.

En un momento dado Susana hace un descubrimiento que no contribuye precisamente a mejorar las sensaciones que transmite este lugar: a pesar de estar en el medio de un bosque de un verde exuberante y de árboles altísimos, no se oye nada. Ni un pájaro, ni un grillo. Nada. Es como si el bosque estuviera muerto. Como si guardara silencio por los acontecimientos que aquí tuvieron lugar y por los que murieron en esa maldita guerra. Tétrico.

Hay que reconocer algo: los alemanes sabían hacer muy bien las cosas. Algunos bunkers tienen unos muros hechos con hormigón y ferralla cuyo espesor es más grande que la envergadura de un adulto. ¡Más de dos metros de espesor de muro! Es increíble. Además, muchos de ellos están recubiertos de una especie de alga marina seca que les confiere la propiedad de ser indetectables desde el aire. Hitler sabía hacer muy bien las cosas... Todo estaba calculado, todo estaba medido. Incluso la posibilidad de que este bosque sufriera un incendio y les pillara dentro: construyeron una piscina donde acumular agua que sirviera para sofocar un incendio de tamaño medio antes de que se propagara. Tecnología alemana, aunque fuera del siglo pasado.

Anka nos cuenta que las ruinas que vemos se deben a que los propios alemanes, en su intento de huída, iban volando los bunkers para dejar cuantos menos restos a los aliados, mejor. Además los polacos que vinieron después decidieron que era mejor evitar que quedaran en pie construcciones que recordaran de forma vívida el terror perpetrado por los nazis y para evitar que se pudieran volver a aprovechar los edificios los terminaron de destrozar. Mejor así.

Al finalizar el recorrido nos espera una coca cola fresquita en el bar de la entrada y después un momento muy gracioso: a la entrada hay un puesto con atrezzo de la época (cascos, casacas, una motocicleta alemana con sidecar, unos sacos formando una trinchera…) y un chico que habla en inglés perfectamente nos comenta que por 12 zlotys por persona podemos entrar y ponernos todo tipo de atrezzo y sacar cuantas fotos queramos. ¡¡Esto va a molar!! Robert, Esaú y yo nos animamos mientras Susana y Anka se quedan de fotógrafas. Sacamos unas cuantas fotos muy divertidas que creo que serán el mejor recuerdo de esta visita que, a pesar de ser histórica (y es necesario conocer la historia para no repetirla), no ha sido especialmente agradable.

Regresamos a Reszel para comer y después de una sopa polaca (con una especie de crema agria y mucha verduda, pero que entra estupendamente) y unos ricos Pierogi hechos a mano (pasta tipo tortellini rellenos de requesón y cubiertos de nata o mantequilla) nos acostamos a dormir la siesta, pues el calor de hoy es insoportable.
Dormimos bastante y por la tarde no tenemos ganas de andar saliendo, así que nos dedicamos a hacer la maleta y preparar la partida para el día siguiente. Cenamos en el exterior (de nuevo embutidos, ensaladilla de un tipo distinto al anterior, pepinillos y pan con mantequilla) y tras recoger un poco la mesa nos tomamos un poco de licor, un rooibos calentito para calmar el estómago y fumamos un rato en la pipa de agua. Esta última está dando mucho juego, jejeje. Les ha gustado el regalo. Menos mal :)

Cuando cae el sol ya es hora de recoger y descansar para el día siguiente. Recogemos la mesa, Esaú y yo fregamos una vez más los platos (así quitamos faena, que bastante curro estamos generando ya) y comienza el baile por el aseo. Ducha por aquí, ducha por allá y a ver un rato la tele (películas en versión original subtituladas en polaco, of course, que este mercado no tiene suficiente número de espectadores como para que se traduzca todo...) antes de dormir.

Mañana nos despediremos de la familia de Anka y viajaremos a Olsztyn con el autobús. Allí Anka tiene que recoger el pasaporte y nosotros miraremos los billetes de Cracovia a Praga, que es lo único que no tenemos cerrado para la vuelta a casa. De ahí, un tren a Gdansk y en Gdansk estaremos hasta el lunes. Hemos hecho hoy la reserva de un hotel de 4 estrellas que Esaú y Anka conocen y dicen que está estupendo, así que tendremos wifi para publicar todo esto y las fotos de estos días… ¡Qué ganas tenemos de que las veáis! Un abrazo para todos. Os queremos y lo estamos pasando genial. ¡Ah! Y saludos y abrazos para Jose, su mujer y David, que nos lo han pedido especialmente, jejeje...

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